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Human Rights in Chile/ Los derechos humanos en Chile

Consuelo's memories from the time of the coup/ los recuerdos de la Consuelo en el tiempo del golpe   [English below]

 

Introducción


El Golpe militar de 1973 en Chile me encontró con licencia médica post natal. Ese día, que solía ser el día del profesor, encontró a muchos de los profesores en sus aulas y de ahí que los militares pudieron arrestar a muchos de ellos que eran abiertamente partidarios del gobierno de Salvador Allende. Tenía yo 22 años y a pesar de mis simpatías por la Unidad Popular y mi admiración por el movimiento revolucionario de Cuba, El Ché Guevara y el MIR en la figura de Miguel Enríquez, no era militante activa de ningún partido político.


Mi padre pertenecía a la FACH (aunque jubiló un par de años después) y mis padres y hermanos apoyaban el golpe. Yo había volado del nido materno y tenía mis propias ideas, sin embargo, cuando iba de visita por fiestas familiares, nunca dejaba de sorprenderme el nivel de insensibilidad de algunos de mis hermanos ante lo que estaba sucediendo en las calles, porque ‘no nos faltaba nada, así que ¿por qué meterse en política?’ Por supuesto, las reuniones familiares terminaban siempre en discusiones y peleas conmigo a quien tildaban ‘la comunista’ por mis ideas y porque participaba de las protestas contra la dictadura y leía ‘literatura de izquierda’.


En el Liceo Número 3 de la población Lorenzo Arenas, donde había estudiado, muchos de mis profesores - como Olimpia Riveros, Alicia Navarrete y Rolando Cantero, todos ellos profesores de castellano, — eran de izquierda y es ahí donde mi pensamiento crítico, social y político germinó. Luego en la Universidad de Concepción, cuna del MIR, participé activamente en protestas, pero todavía no me registraba en partido político alguno. Empecé a hacer clases, mientras aún no terminaba mi carrera de Pedagogía en inglés, en un liceo de Santa Juana y todos los profesores, incluido el rector éramos de izquierda, activos políticamente y muy solidarios.


En 1981 ingresé a la Asociación Gremial de Educadores de Chile (en Concepción) —AGECH— fundada por profesores que no estaban de acuerdo con lo que estaba sucediendo en el Colegio de Profesores cuyos dirigentes pertenecían al régimen militar. Es ahí donde empecé a actuar más políticamente desde un punto de vista partidista e ingresé al MIR. Este hecho cambiaría mi vida para siempre.
Este texto no pretende ser académico ni muy exhaustivo sino más bien autobiográfico y anecdótico para contar qué me atrajo del MIR, que actividades realicé mientras era parte del partido, y por qué terminé mi militancia e ingresé al partido comunista, aunque en mi corazón llevaba siempre al MIR.
***
¿Era posible un camino pacífico al socialismo en Chile?
Aunque nunca lo expresé con palabras y me consideraba no violenta o terrorista, siempre dudé de que el camino al socialismo en Chile pudiera hacerse realidad sin utilizar armamento para defender lo que se logró en las urnas democráticamente. Había leído lo suficiente para darme cuenta de que los imperialistas yanquis y los intereses económicos de la burguesía nacional y extranjera harían todo lo posible para que el poder popular y la lucha de clase de los trabajadores no se concretara. Para ello utilizarían la conspiración y los enfrentamientos falsos, enviarían armas a los fascistas que clamaban por un gobierno de derecha, títere de EE. UU. Utilizarían a los medios de comunicación como El Mercurio y La Prensa para alimentar la desinformación y la sedición, exagerar los problemas que necesariamente surgirían al tratar de construir un poder popular e incitar a la división de los trabajadores para desequilibrar el desarrollo pacífico de un gobierno socialista. Esto creo que fue lo que me atrajo al pensamiento mirista original de Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen y Luciano Cruz que criticaban abiertamente la política de alianzas con sectores como la Democracia Cristiana (DC) y otros que estaban fuera del ámbito de los trabajadores y sus reivindicaciones. Sin embargo, no ingresé en esa época puesto que los fundadores del MIR fueron asesinados entre 1973 y 1975 y el partido quedó acéfalo y silencioso por un tiempo. Pero la resistencia armada se retomó valientemente, aunque las estrategias y aspectos programáticos se habían desarrollado y crecido de otra manera.

[Date of writing unknown; la fecha de escritura desconocida]

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Consuelo at a commemoration of the MIR, held at the University of Concepcion, Chile, in 2005.

Introduction:

 

The 1973 military coup in Chile found me on post-natal medical leave. That day, which used to be Teacher's Day, found most of the teachers in their classrooms and hence the military was able to arrest many of those who were openly supporters of Salvador Allende's government. I was 22 years old and despite my sympathies for the Popular Unity and my admiration for the Cuban revolutionary movement, Ché Guevara, and the MIR in the figure of Miguel Enríquez, I was not an active member of any political party. My father belonged to the FACH (although he retired a couple of years later) and my parents and brothers supported the coup. I had flown from my mother's nest and had my own ideas, however, when I visited for family parties, I never ceased to be surprised by the level of insensitivity of some of my brothers to what was happening in the streets, because 'we had no shortage of nothing, so why get involved in politics?' Of course, family gatherings always ended in arguments and fights with me, who was called 'the communist' because of my ideas and because I participated in the protests against the dictatorship and read 'left-wing literature.'

At Liceo Number 3 in Lorenzo Arenas district, where I had studied, many of my teachers - such as Olimpia Riveros, Alicia Navarrete and Rolando Cantero, all of them Spanish teachers - were left-wing and that is where my critical, social and politician germinated. Later at the University of Concepción, birthplace of the MIR, I actively participated in protests, but I had not yet registered with any political party. I started taking classes, while I had not yet finished my degree in Pedagogy in English, at a high school in Santa Juana and all the teachers, including the rector, were left-wing, politically active and very supportive. In 1981 I joined the Association of Educators of Chile (in Concepción)—AGECH—founded by teachers who did not agree with what was happening in the College of Teachers whose leaders belonged to the military regime. This is where I began to act more politically from a partisan point of view and joined the MIR. This fact would change my life forever. This text is not intended to be academic or very exhaustive but rather autobiographical and anecdotal to tell what attracted me to the MIR, what activities I carried out while I was part of the party, and why I ended my militancy and joined the communist party, although in my heart I always had belonged to the MIR.

Was a peaceful path to socialism possible in Chile? Although I never expressed it in words and considered myself neither violent nor terrorist, I always doubted that the path to socialism in Chile could become a reality without using weapons to defend what was democratically achieved at the polls. I had read enough to realize that the Yankee imperialists and the economic interests of the national and foreign bourgeoisie would do everything possible to prevent popular power and the class struggle of the workers from taking place. To do this, they would use conspiracy and false confrontations, they would send weapons to the fascists who were clamouring for a right-wing government, a puppet of the United States. They would use media outlets such as El Mercurio and La Prensa to feed misinformation and sedition, exaggerate the problems that would necessarily arise when trying to build popular power and incite the division of workers to unbalance the peaceful development of a socialist government. I think this was what attracted me to the original Mirista thinking of Miguel Enríquez, Bautista Van Schouwen and Luciano Cruz who openly criticized the policy of alliances with sectors such as the Christian Democracy (DC) and others that were outside the scope of the workers and their claims. However, I did not join at that time since the founders of the MIR were assassinated between 1973 and 1975 and the party remained headless and silent for a time. But the armed resistance was bravely resumed, although the strategies and programmatic aspects had developed and grown in another way.

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